viernes, 28 de febrero de 2014

Pan de pueblo casero y desayuno andaluz



Hoy 28 de febrero, día de Andalucía, tenía que preparar algo de aquí, algo que sirviera como un pequeño homenaje a una gastronomía tan rica, a una forma de hacer las cosas y de comerlas que ha sido mi escuela culinaria. Un guiño a esa cocina de mi casa y la de otras tantas que forman de un lado a otro, el sur de España, Andalucía.

Se me ocurrían muchísimos platos y muchísimos ingredientes: el jamón, la gamba, las tagarninas, las espinacas, las fresas, las aceitunas, el aceite, el vino... y echando la vista atras, surgió la idea de esta entrada. un desayuno andaluz. ¿Qué por qué? Os cuento.

Los primeros recuerdos que tengo de este día de Andalucía me hacen rememorar mis tiempos de colegio, ya que en todos los centros se celebra de forma especial. Aunque el 28 de febrero en cuestión es fiesta en toda la comunidad, el día antes suelen organizar actos conmemorativos. Dependiendo de la edad y el curso, se desarrollan distintas actividades, se pintan banderas, se canta el himno, se cuenta la historia, se hacen debates... y a media mañana, en la mayoría de los centros escolares se sirve un desayuno andaluz, que no es otro que rebanadas de pan de pueblo tostado con aceite y azúcar. Una delicia que me recuerda a los días de colegio y un reto, porque yo nunca había hecho pan y, aunque está muy de moda en las redes, también está rodeado de ese halo de alquimia que hace suponer que sea un procedimiento complicadísimo. 

A mi no me lo ha resultado. He acertado a la primera. Sí, tiene cierta preparación y elaboración pero ha quedado genial... con una corteza gruesa y crujiente y una miga densa y esponjosa. Un pan de casa con ingredientes naturales y la única presencia química de la levadura y su proceso de fermentación.

Para hacerlo he estado mirando en internet bastantes blogs y artículos. Ya he comentado que hacer pan está de moda. Y al final, el proceso era en todos bastante similar... Así lo he hecho yo y así lo recomiendo y lo repetiré (en casa ya me han preguntado si lo voy a preparar todos los fines de semana).

Antes de explicar la receta, os comento que este pan lo he preparado con masa madre. En general, como he dicho, el proceso de hacer el pan era bastante parecido en todas las recetas que he visto en internet y en los libros, con una única excepción. Algunos utilizan masa madre y otros no. La ventaja de no utilizarla está clara, ahorramos tiempo y no hay que preparar nada el día o los días anteriores. Ahí es cuando me pregunté cual era la ventaja de usarla y parece ser que el pan sale más aromático y esponjoso, con una textura más sabrosa. Así que me decidí a utilizarla con un poco de miedo ya que no siempre acierto con las masas y a veces me salen verdaderos "churros" así que introducir pasos al proceso da una mayor oportunidad para el equívoco.

Pues nada más lejos, ha sido fácil y como os digo ha quedado genial. La masa madre, os cuento un poquito, es un fermento natural que aprovecha y cultiva los hongos y levaduras naturales que hay en el ambiente y en los cereales. La masa madre propiamente dicha sólo lleva harina y agua y se deja fermentar varios días para que estos hongos se reproduzcan. El pan elaborado con ella se llama pan natural o sin levadura. Para acelerar el proceso, tal y como lo he hecho yo, a la harina y el agua le añadimos levadura fresca de panadería y así obtenemos una masa madre en una sola noche.

Vale, vale ya voy con la receta. Sólo una cosa más. ¿Sabéis lo que ha sido una buena idea? Pues el pan lo he hecho con la peque. Con tres añitos y medio, no os imagináis como lo ha pasado amasando su trocito de masa y la ilusión tan especial con la que se ha comido el bollito que ella misma había preparado. Nos hemos divertido todos aunque, eso sí, absteneos los fanáticos de la limpieza y el orden que una niña de tres años con harina y un rodillo no es compatible con una cocina impoluta. Pero ¿quién se lo pierde? Que recoger luego es fácil.

Ahora sí, vamos con los ingredientes:

Pues el primer paso que hay que dar es elaborar la masa madre. Esto hay que hacerlo la noche anterior ya que hay que dejarla fermentando. 

El procedimiento es fácil. Hay que desleír la levadura fresca en el agua y cuando la tengamos totalmente disuelta, incorporarla a la harina y remover para que todo quede bien ligado. Seguidamente la ponemos en un recipiente de cristal, lo tapamos con film y la metemos en el frigorífico a reposar toda la noche, como os he dicho. 

Por la mañana comprobaremos que el preparado ha subido de volumen y que presenta unas pompas de aire producidas por la fermentación de la levadura. Eso es nuestra masa madre.
Para hacer el pan, volvemos a desleír los 10 gramos de levadura que nos han sobrado en el agua caliente y se lo incorporamos junto a la harina, la sal y la masa madre. Unimos con una cuchara de madera y amasamos el preparado. Está un poco pegajoso pero a medida que vamos amasando, va cogiendo más consistencia hasta despegarse con facilidad de los dedos. Cuando esto ocurra es el momento de parar de amasar y de tomarse un receso.

Cogemos esta masa que ya no se pega, la metemos en un bol engrasado con aceite de oliva, lo tapamos con papel film, y esperamos a que doble su tamaño (de media hora a una hora, más o menos). Yo la dejé un poco más y la masa luchó contra el papel film, jeje.
En este momento sacamos la masa y la extendemos en una superficie plana enharinada. Amasamos con un rodillo para eliminar el aire y hacemos "el bollo", es decir, lo que será nuestra hogaza de pan. Una pelota aplastadita, vamos. En la superficie le hacemos unas marcas o dibujos para que nos quede "más pan", más bonito y le echamos harina.

Falta hornear, proceso que también tiene su "truquito". 

Para que quede la corteza bien dura y crujiente, durante todo el proceso de horneado, se debe vaporizar el horno. Para ello ponemos la bandeja del horno con agua en la parte inferior del mismo y la masa la pondremos sobre una rejilla y para que no se escurra o marque las varillas en nuestra masa, le pondremos papel de hornear. Es decir, en el fondo del horno estará la bandeja con el agua (cualquier recipiente con agua nos valdría también). En la parte media del horno colocamos la rejilla, el papel de hornear y encima la masa.

El horno estará precalentado a 250º de temperatura y la masa la dejaremos así durante 15 minutos y luego bajaremos la temperatura a 200º y dejaremos cocer durante unos 40 minutos sin abrir el horno. 

Listo. Y tenemos nuestro pan calentito y recién hecho. Natural y sabroso. Me ha salido una hogaza preciosa y a mi peque un bollito riquísimo. Nosotros lo hemos desayunado y lo hemos tomado en el almuerzo. Que por cierto os lo recomiendo con carne o pescado al carbón, eso si qué es maridaje.



Pues a disfrutar de nuestro desayuno andaluz. El mismo día o al día siguiente, cortamos una rebanada y la tostamos. Le echamos un chorreoncito generoso de aceite y espolvoreamos con azúcar.  Ya veréis, que se quiten los desayunos continentales que donde se pone una buena "tostá"...

Y si no sois muy amantes del azúcar, a la rebanada tostada le podéis refregar un ajito y echarle después el aceite, que también está buenísimo. Aunque esta versión se suele tomar más en el almuerzo.




En fin, feliz día de Andalucía a los que seáis o estéis por aquí y al resto, animaos a hacer pan casero que es una de esas cosas que una disfruta haciendo. Yo repito seguro y ya se me ocurrirán añadidos...




1 comentario:

  1. Hola Rocío!!! Tienes un premio esperando en mi blog, ven pronto a buscarlo. Un besooo!

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