Pues ya tenía yo ganas de traeros esta receta que, como la mayoría de las que os estoy contando, está muy buena y se hace con pocas cositas. ¡Qué me gusta la cocina de mercado!
¿Os apetece para almorzar? ¿Lo ponemos al centro esta noche en la cena?
Personalmente, me encanta cocinar con bacalao porque es un pescado que absorbe bien los sabores y los potencia, protagonizando platos que son una verdadera delicia. Además, en el mercado podemos encontrarlo en muchas versiones (fresco, congelado, fileteado, en migas, salado, desalado...) que nos ofrecen un millón de posibilidades.
Aunque no a todo el mundo le gusta el pescado, (¿¿¿¿por qué??????), sin duda el bacalao es uno de los que menos problemas tienen ante paladares exigentes, por su carne y porque sus filetes no suelen tener muchas espinas y las que tienen están muy a la vista.
El revuelto de bacalao es uno de esos platos que encontramos en casi todos los restaurantes de Huelva, ciudad en la que aprendí a cocinar y a la que me "rindo" literalmente cuando hablamos de gastronomía. Es uno de esos platos que nos hacen virar la vista al mar que tan cerquita está y que disfrutamos por su exquisitez y sabor.
Quizá por la cercanía de Portugal, este plato adquiera en Huelva un protagonismo singular, ya que allí, en la zona del Algarve podemos degustar el maravlloso "Bacalhau al douro", que no deja de ser un revuelto mucho más "caldoso" que este que traemos. Ellos, en Portugal digo, suelen terminar el plato con un poco de nata o leche que le aporta jugosidad. Yo lo hago sin elementos lácteos y así respeto la alergia de mi peque que, por cierto, se come unos platos gigantes de este revuelto. Da gusto ver comer pescado a los niños ¿verdad?
Vamos a la cocina.
Pues necesitaremos:
- 2 ó 3 patatas grandes o 4 ó 5 medianitas.
- 1 cebolla fresca.
- 2 ó 3 filetes de bacalao (yo los compro congelados ya desalados).
- 5 huevos.
- Unas ramitas de perejil.
- Aceite de girasol (para freir las patatas).
- Aceite de oliva (para el revuelto).
Pues comenzamos.
Lo primero es preparar todos los ingredientes. Es el paso que más tiempo y trabajo nos va a llevar. Lo primero las patatas que a mi me gusta cortar finitas, es decir, unas patatas paja. En casa nos ayudamos con un cortador/rallador de verduras que me regalaron y que resulta perfecto para estas cosas. Ahorra tiempo, trabajo y mirad que bien quedan:
El plato queda también muy bien si cortamos las patatas en juliana lo que simplifica el trabajo si no tenemos el aparatito. Pero así, tan finitas se mezclan muy bien con el huevo y yo, personalmente, las prefiero.
El problema de las patatas paja para freírlas es que sueltan mucho almidón y corremos el riesgo de que se nos forme una masa y se peguen unas con otras. Para evitarlo las lavamos muy bien una vez cortadas, con agua fría abundante bajo el grifo y las freiremos en aceite caliente con un puñadito no muy abundante de sal.
Mientras se frien, las vamos removiendo de vez en cuando y cortamos el resto de los ingredientes. La cebolla muy picada y desmenuzamos el bacalao para hacer "migas".
En una sartén ponemos a pochar la cebolla y cuando se reblandezca y quede transparente la sacaremos y reservaremos. En el mismo aceite ponemos también a sofreír el bacalao.
Si queremos reducir el aceite del plato que a veces empalaga, pasaremos las patatas y la cebolla pochada por papel secante o por servilletas o papel de cocina que absorban el sobrante de aceite.
Al sofreír el bacalao suelta agua que va perdiendo poco a poco al calor del fuego. Cuando se quede sin ella, será el momento de añadir las patatas y la cebolla. Removeremos bien para mezclar y bajaremos el fuego al mínimo.
Incorporamos el perejil picadito y los huevos enteros o, si lo preferimos, previamente batidos. Removemos para evitar que se queme, pero no demasiado ya que los revueltos quedan más cremosos si se remueven poco. Si lo movemos mucho las partes quedarán pequeñitas y se secarán. El punto del revuelto, como el de la tortilla, depende del libro ese de los gustos, hay a quién le gusta crudillo o a quién le gusta muy hecho y entre ambos extremos, toda la gama. Así que este último paso (el de retirar la sartén del fuego) lo dejo a vuestra elección.
¡Ah!, que me iba dejando la sal... Aunque los filetes que compremos sean desalados, a veces, conservan parte del sabor... Yo pruebo y rectifico el punto de sal ahora al final ya que el huevo admite bien y rápido la sal y así nos aseguramos de no pasarnos.
El resultado habla por sí mismo ¿no os parece? Fijaos en la sugerencia del vino. Un vinho verde portugués, fresquito, fresquito es lo mejor con este plato. El de la imagen es un Casal García que a mi me encanta. Frío es casi un refresco, suave, suave... Aunque si no encontramos esta marca, hay otras igualmente recomendables como Gatâo, Casal Mendes o Gazela.
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